Situado en una tierra aparentemente despoblada, con montañas escarpadas repletas de viñas salvajes y con la sierra del Montsant como telón de fondo, el Priorat posee una magia de agreste pero a la vez, romántica belleza.
Los fríos inviernos potencian la serenidad de los embrujados municipios medievales, el vigoroso sol del verano desmigaja la llicorella, el otoño ilumina el paisaje con luces doradas y rojizas y, la suave brisa de la primavera, deja un ambiente rabiosamente cristalino.